Del 15M a la Plaza de Bolívar o el protagonismo de la calle

MATEO VILLAMIL V.

Fotos por Juan David Ortiz, Carlos Córdoba y ¡PACIFISTA!


LA IGUANÁ.- «No, Mateo, por Dios. Tan ingenuo no, por favor» -sentenció mi compañera con una cara de incredulidad y asco.

   Antes de ayer por la tarde escuché a dos compañeros académicos argumentando que era ridículo plantear que las movilizaciones sociales pudieran tener algún tipo de influencia significativa en la política colombiana, a propósito de las multitudinarias movilizaciones que se dieron en Bogotá, Medellín y otras 12 ciudades del país. Todas, sin signo político, exigieron responsabilidad y compromiso por la paz a la mesa que el presidente J.M Santos y el senador A. Uribe establecieron para debatir las modificaciones que plantea este último en representación de los ganadores del plebiscito .

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   Naturalmente mi optimismo me llevó a oponerme a tal postura. Pero no es que mis compañeros -una antropóloga investigadora en estudios políticos y un doctor en ciencias políticas- no tuvieran argumentos históricos para razonar de tal manera, pues en Colombia las movilizaciones jamás han ido acompañadas de una presencia importante de sus líderes en las instituciones y, dejando de lado los crímenes sangrientos contra la ciudadanía que se ha atrevido a salir a las calles, nunca fueron tan multitudinarias ni mediáticas como para generar cambios en los imaginarios colectivos. El problema es, creo yo, que como víctimas de esta misma guerra, las jóvenes en Colombia, sean trabajadoras precarias o estudiantes brillantes, han visto su necesidad de soñar cercenada por una realidad política esquizofrénica y excluyente. Elitista. Poco ética.

   A mí, que crecí en otro país, se me encogía el corazón al ver la desilusión en los ojos de mi compañera. Pensé que aquí donde nací los poderosos se comportan igual que en España, mi hogar y el de mi familia. No les basta con poseer todo el tablero, también las reglas del juego y la información son suyas. Lo que es posible e imposible viene determinado por lo que ellos digan. Sin embargo también pensé que, como allí, los tiempos están cambiando y la juventud de aquí tampoco está dispuesta a dejar que destruyan su futuro.

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Jóvenes en la Plaza de Bolívar de Bogotá. 05/10/2016

Manifiesto JuventudEstado de MalestarJuventud Sin Futuro o Democracia Real Ya!, entre otras, fueron iniciativas que […] convocaron el 15 de mayo de 2011 una gran movilización nacional, amplia y pacífica, para plantarle cara a los poderosos y decir: estamos indignados, […] las élites políticas […]no nos representan.

   Corrían los 2 primeros años de la última crisis mundial del capitalismo y a mi mejor amigo y su familia (tío, tía y primos adoptivos para mí) los estaban desahuciando de su apartamento en Madrid. Allí habían construido, conmigo de testigo y a veces de invitado, los cimientos de los sueños de Kevin y Julia, los pequeños de la casa. No consiguieron sin embargo hacer frente a una hipoteca abusiva en un contexto de desempleo, precariedad y recortes drásticos en los derechos públicos. Con tristeza recuerdo aquellos días en los que nuestro quehacer en el tiempo libre fue ayudar a desmantelar por pedacitos esa hermosa cocina que habían terminado con esfuerzo, a desnudar de muebles y proyectos un piso que había escuchado tantas promesas y risas. Mi tío putativo, cultivado historiador que ejercía como pocero, había luchado judicialmente y sobre todo organizándose con otras víctimas de la especulación inmobiliaria, pero una vez más, los bancos, los ricos, ganaban la partida. Les quitaron su casa. Igual que a miles de familias desde el 2008.

   En 2010 empecé la carrera de Sociología en la Facultad de CC. Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Siempre estuve convencido de que la ciencia me seduciría a través del objeto de estudio más complejo y apasionante posible: el ser humano en sociedad. Tras un viaje a Barcelona, poco después de empezar el segundo semestre (donde mi padre me regaló, de la librería del MACBA, dos textos importantísimos para mí del gran Zygmunt Bauman) mi madre me sorprendió a la vuelta con un librillo que compró en La Casa del Libro de la Gran Vía. Un libro que cambiaría mi forma de pensar y la de muchas en el mundo, y que me daría, como a tantos, la energía y las ideas para creer en un futuro mejor y empezar a construirlo. La obra, un texto de poco más de 30 páginas, escrita por un miembro de la resistencia francesa contra el nazismo y más tarde embajador de su país en la ONU, Stéphane Hessel, nos invita desde el título a dar rienda suelta a nuestro dolor, nuestra desesperación y nuestra frustración, pero también a asumir una actitud activa, generativa; nos llama a un tipo de acción ciudadana crítica que, independientemente de nuestras filiaciones políticas es cada día más urgente: ¡Indignaos! (¡Indígnense!).

  Estas indignaciones aparecieron por esos años en mi ciudad. La gente, desde las asociaciones universitarias, pero también de manera espontánea, empezó a agruparse al rededor de preguntas y denuncias que, como las de esta semana en Colombia, invitaban a la reflexión y a la movilización de toda la ciudadanía. Por Facebook y Twitter empezaron a crearse y multiplicarse exponencialmente iniciativas desde antes de 2011. Éstas reunían gente para, al principio, socializar actos que abrieran debate: evadir precios arbitrarios e injustos (movimientos anti-parquímetros o el movimiento #YoNoPago), señalar a los responsables de la crisis (el FMI, el Banco Mundial, los Bancos o el bipartidismo), o como hizo mi tío ecuatoriano, reunirse entre los afectados por los abusos del sistema (como venían haciendo las vecinas de la PAH con los desahuciados por los bancos).

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 Las réplicas al movimiento de los indignados, o 15M, y las acciones tras esa primera convocatoria en mayo del 2011, no se dieron a esperar; el ejemplo más claro y conocido es #occupywallstreetTanto en Madrid como en Nueva York, la gente, espontáneamente, acampó para obligar al país a echar sus ojos sobre lo que estaba pasando en el ombligo de su pueblo.

   La primavera árabe (a pesar de su complejidad -por ejemplo, religiosa- y de los intereses políticos de otras élites inmersas en el proceso) alimentaba un espacio en el imaginario de la juventud mediterránea del momento y abonó el campo para pensar que en pleno siglo XXI cabe la posibilidad de generar cambios a la vieja usanza: unidas y en la calleManifiesto JuventudEstado de MalestarJuventud Sin Futuro (que publican un libro homónimo con la editorial ICARIA) o Democracia Real Ya!, entre otras, fueron iniciativas que tras algunas marchas y mucho trabajo de discusión y reflexión, convocaron el 15 de mayo de 2011 una gran movilización nacional, amplia y pacífica, para plantarle cara a los poderosos y decir: estamos indignados porque las élites financieras se enriquecen a nuestra costa y las élites políticas no nos protegen simple y llanamente porque no nos representan. 

   Las réplicas al movimiento de los indignados o 15M y las acciones tras esa primera convocatoria en mayo del 2011, no se dieron a esperar; el ejemplo más claro y conocido es #occupywallstreetTanto en Madrid como en Nueva York, la gente, espontáneamente, acampó para obligar al país a echar sus ojos sobre lo que estaba pasando en el ombligo de su pueblo. Por La Puerta del Sol, la plaza más céntrica de todo el país, nuestra Plaza de Bolívar castiza, y por sus asambleas, talleres, escuelas, performances y manifestaciones, a romántica semejanza del mayo del 68 francés, todo los madrileños pasamos para comprender cómo el mundo iba a cambiar a partir de esa sentada en la calle. A casi 6 años de ese día mágico en el que nuestra democracia cambió, en España las élites no han podido formar un gobierno que mantenga sus privilegios y detenga el cambio, pues 71 parlamentarias de candidaturas populares se lo impiden. En Madrid, Barcelona y otras ciudades importantes sus actuales burgomaestres provienen de dichas candidaturas.

Mientras las élites siguen pensando que tener a la gente marchando en la calle ni las despeina […], muchas pensamos por el contrario que cada hashtag viral, cada frase de ánimo repetida en los campus y las redes sociales, cada La Pulla, cada Café Picante, cada Wally Opina cuenta y cuenta mucho.

   El miércoles en Bogotá y el viernes en Medellín las colombianas tomamos las calles de manera multitudinaria para decirle a las élites, que están debatiendo cómo asegurar una paz con las FARC tras 52 años de guerra, que queremos el fin del conflicto y lo queremos ahora. Pero no sólo eso. No sólo salimos a decir a los poderosos que la paz es el único camino y que los fusiles no deben volver a dispararse en este país. También y, diría yo, sobre todo, salimos a decir que estamos cansadas de que gobiernen para sí mismos y sus intereses. Que la tierra, el desarrollo sostenible y la dignidad de Colombia deben respetarse. Que los pobres y los subalternos ya no aguantamos este orden de cosas en el que la muerte, el hambre y la pobreza son para la mayoría y el bienestar y la felicidad para unos pocos.

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Joven se manifiesta por la paz en las calles de Medellín. 07/10/2016

   Durante la marcha silenciosa a la que asistí, portamos una pancarta (de la que, aplauso, no tenemos ninguna foto) que me hizo sentir, además de por su inconfundible estilo à la Somosaguas, a las movilizaciones masivas y continuadas que vivimos en Madrid y por un momento imaginé, en el Parque de Las Luces de Medellín, que la historia de cambio social que vivimos en La Villa del oso y el madroño se puede hacer realidad en el país del Nobel de la Paz y de Literatura. Me imaginé que la movilización y el diálogo ciudadano que se dieron en el país de García Lorca y del soñador Jacinto en La estrategia del caracol, podrían darse aquí en el de García Márquez y Jaime Garzón. Me imaginé que aprovechando que se acaba la guerra vamos a reunirnos en las Plazas Mayores o Plazas de Bolívar de nuestras ciudades y pueblos, en los parques de nuestros barrios y en cada colegio y universidad para discutir. Para debatir cómo queremos ser y cómo queremos que nuestras hijas vivan.

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Mi esposa y yo respondiendo a la pregunta ¿Qué significa para ustedes la paz? Medellín 07/10/2016
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Jóvenes en Bogotá celebran una votación a mano alzada en la calle. 05/10/2016

   Mientras las élites siguen pensando que tener a la gente marchando en la calle ni las despeina -diagnóstico por desgracia compartido aún por muchos- muchas pensamos por el contrario que cada hashtag viral, cada frase de ánimo repetida en los campus y las redes sociales, cada La Pulla, cada Café Picante, cada Wally Opina cuenta y cuenta mucho. Que cada discusión política constructiva en la tienda, en el salón de clase, en el puesto de trabajo, en el taxi y en la casa, se expande como una cura contagiosa a la apatía y la inacción. Las chicas y chicos jóvenes estamos decididos a liderar un cambio democrático en Colombia. Los luchadores tradicionales, campesinos, trabajadoras, víctimas de la guerra, comunidades étnicas y profesores nos enseñan lo que se ha andado, nosotros tomamos el testigo y continuamos, renovados, el camino largo y complejo hacia la justicia, la igualdad, el bienestar social y la paz.

  Para concluir me gustaría que entiendan por qué el libro de treinta y pico páginas de Stéphane Hessel tiene para mí un papel histórico en estos tiempos de cambio social que estamos viviendo y para eso termino con el llamado que éste hace al final de su obra ¡Indignaos! (que encontrarán en PDF más arriba haciendo click en el nombre de ésta):

Convoquemos una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no propongan como horizonte para nuestra juventud otras cosas que no sean el consumo en masa, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición excesiva de todos contra todos.

#PazALaCalle #PazALaRed #DemocraciaReal #RevolucionCiudadana

4 comentarios en “Del 15M a la Plaza de Bolívar o el protagonismo de la calle

  1. Luis carlos prieto mantilla dijo:

    Te felicito Mateo. Excelente reflexion para estos tiempos en que realmente tienen que generarse cambios en nuestra sociedad, dormida, apatica y poco participativa en las decisiones que afectan el grueso de nuestra sociedad excluida, por los politicos de siempre que tienen a colombia en una supuesta democracia, que es de unos pocos.
    La elite de nuestra patria boba.

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    • Mateo Villamil dijo:

      Muchísimas gracias. De verdad, no sabes cuánto aprecio que leas mis escritos. Espero que vayamos infectando poco a poco a todo el mundo con nuestras palabras.

      Un saludo y un abrazo!

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